Vinton Cerf, inventor de Internet junto con Bob Kahn, tiene un punto de vista calificado e importante, cuando advierte sobre el cataclismo digital en ciernes. Documentos, correos, imágenes, videos, blogs y la Web en general van a perderse irremediablemente, como devoradas por un agujero negro, sentenció en Febrero del 2015 en la reunión anual de la Asociación Norteamericana para el Avance de las Ciencias. ¿La razón de esta Gran Extinción Digital? Que los programas que usamos para acceder a tales documentos van a volverse obsoletos muy pronto. Cerf llama a este proceso bit rot (putrefacción de los bits), y anticipa que por lo menos perderemos la información de una generación, si no de un siglo. "Los primeros pasos de la humanidad en el mundo virtual se perderán para los historiadores del futuro", asegura.
Esta preocupación no es nueva en el repertorio de
Cerf. En el último párrafo de un artículo que publicó hace más de siete años en
la revista del Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica, imaginó a un
individuo que, en el año 3000, trata de leer una presentación de PowerPoint
1997 usando la última versión de Windows. Cerf se pregunta entonces cómo lograr
semejante prodigio. ¿Tendremos que preservar todos los programas usados para
crear esa información? ¿Habrá que retener también los antiguos sistemas
operativos? ¿Harán falta emuladores del hardware?
Mil años pueden parecer una enormidad. Lo son, de
hecho. Pero hasta mediados del siglo XX, nuestros registros fueron preservados
en sustratos capaces de tolerar esos abismos de tiempo, y más. La arcilla de
los sumerios, el papiro egipcio, el pergamino de los romanos, el papel de
vitela de la Edad Media, incluso nuestra cotidiana celulosa nos han permitido
reconstruir la historia humana con lujo de detalles. Las fotos y el cine
sumaron sus invaluables testimonios en el también confiable acetato.
A partir de la digitalización se vino a producir
una paradoja, que tiene al menos dos facetas. Por un lado, se simplificó la
producción de documentos. Pasamos del rollo con escasas 24 o 36 fotos a cámaras
capaces de almacenar miles de imágenes. De la tosca y centenaria máquina de
escribir nos mudamos al veloz, dúctil e incansable procesador de texto. También
recuperamos documentos antiguos, escaneándolos o digitalizándolos mediante OCR.
Por otro lado, sin embargo, para reproducir estos
documentos digitales deben intervenir tecnologías complejas. Mientras la página
impresa no necesita computadora ni Windows, un simple documento de Word, un MP3
y cualquiera de las fotos que sacamos a diario exigen cerebros electrónicos y
software para revelarse. De otro modo, son simples cadenas numéricas sin
sentido.
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"Estamos tirando todos nuestros datos
despreocupadamente a un agujero negro sin darnos cuenta", alerta el
veterano matemático e ingeniero en sistemas. En el corazón del problema está
que las máquinas y programas que usamos hoy serán en 20 años piezas de museo.
¿Cuántas computadoras nuevas pueden hoy leer un disquete? Ninguna. Fue
abandonado en 2003. El CD y el DVD están transitando un lento pero inexorable
eclipse.
Luego están los formatos de archivos. Los JPEG son
hoy los reyes, pero el día menos pensado se convertirán en una rareza. Las
bases de datos -estructuras fundamentales de nuestra época, pese a que nos
resultan en general invisibles- también pueden envejecer, lo mismo que los
sistemas operativos (Windows, Mac, Android, Linux y sigue la lista). Casi todos
hemos experimentado el calvario de pasar los datos de una agenda digital a un
smartphone. Fue sólo el comienzo.
Al ominoso escenario se añade el que muchas de las
tecnologías usadas para producir y reproducir la documentación de nuestro
tiempo son propietarias. Si la compañía detrás de estos protocolos desaparece o
si esa tecnología es discontinuada, las posibilidades de acceder a los datos se
reduce en consecuencia.
No obstante, hay una luz de esperanza. Aunque
parece presuroso, el proceso de obsolescencia es paulatino y los formatos y
medios más populares (los JPG, pongamos) quizá puedan actualizarse a tiempo,
antes de caer en el olvido.
Cerf, quien comparte el
título de Padre del Internet con el actual vicepresidente de Google Bob Kahn,
aseguró durante una conferencia de la Asociación Estadounidense para el
Avance de la Ciencia que
la magnitud del problema es mayor de lo que se piensa. De continuar sin tomar
medidas, en un futuro las nuevas generaciones no tendrán un registro histórico
del siglo XXI.
La llegada de dicha “era
oscura digital” ocurrirá cuando el hardware y software actual se vuelvan
obsoletos, hasta el punto en que la información almacenada sea imposible de
recuperar. “Es algo que me preocupa mucho. En cierta medida, ya lo estamos
viviendo. Ya no podemos abrir los documentos o presentaciones creados en
formatos viejos con la versión más reciente de nuestro software, porque la
compatibilidad con sistemas y aplicaciones anticuados no está garantizada. Y lo
que puede ocurrir con el tiempo es que, aunque acumulemos vastos archivos
digitales, terminemos por no saber qué contienen”, dijo Cerf en una entrevista para la BBC.
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De cara al futuro, Cerf
se ha propuesto la tarea de desarrollar una herramienta y/o método capaz de
preservar dicha información, de modo que actúe como una imagen de rayos X tanto
del contenido, la aplicación y el sistema operativo, así como la descripción
del equipo disponibles en la nube. “La clave aquí es que, cuando mueves los
bits de un sitio otro, aún sabrás cómo desembalarlos para interpretar las
diferentes partes correctamente. Esto será posible si estandarizamos las
descripciones”, aseguró Vinton Cerf. “Y ese el asunto central aquí: cómo
asegurar que en un futuro lejano estos estándares se sigan conociendo y que se
pueda interpretar las fotografías de rayos X construidas con cuidado.”
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