martes, 30 de septiembre de 2014

Los Cerebros del Hombre y la Mujer son Diferentes



Las diferencias en el cerebro entre hombres y mujeres son controversiales en el mundo científico. El doctor Michael Mosley, conocido divulgador científico de origen británico, investigó para la BBC cuánto sabemos realmente sobre este tema. A continuación compartiremos con ustedes algunos de los datos que recabo, y una revelación inquietante: los cerebros de las mujeres son bastantes diferentes a los de los hombres.
Según los dichos del mismo Mosley:
“¿Qué tanto del comportamiento femenino y masculino está impulsado por diferencias en el cerebro?
Esta es una pregunta explosiva y la experta Alice Roberts y yo tenemos opiniones diferentes sobre la respuesta.
Yo creo que nuestros cerebros, como nuestros cuerpos, están formados por la exposición a las hormonas en el vientre materno.
Y esto puede ayudar a explicar por qué los hombres tienden a hacer mejor algunas tareas (leer mapas, por ejemplo), mientras que las mujeres tienden a hacer mejor otras (como las que implican empatía).
Aunque, por supuesto, también hay mucha presión social involucrada.



Por su parte, Roberts piensa que estas diferencias son en gran medida falsas, que son resultado de la forma en que se realizan los estudios y las pruebas.
A ella le preocupa que tales afirmaciones puedan desalentar a las niñas que quieren dedicarse a la ciencia.
Y eso en un mundo en que las mujeres científicas aún son minoría y en que los hombres siguen ganando más que las mujeres.
Por eso, para el programa BBC Horizon exploramos la ciencia y las investigaciones que apoyan nuestras diferentes visiones. Pero también buscamos lo que nos hace coincidir.”
Uno de los científicos que más ha influenciado las afirmaciones de Mosley es Simon Baron-Cohen, de la Universidad de Cambridge.
Él sugiere que, en términos generales, hay dos "tipos de cerebro" diferentes.
Están los que empatizan, que son buenos para identificar cómo se siente o piensa otra persona, y los que sistematizan, que están más interesados en tratar de desmontar y analizar sistemas.
Todos somos una mezcla de los dos, pero la mayoría de nosotros somos más de un tipo que de otro.
Los hombres tienden a estar más cerca del extremo que sistematiza, y las mujeres más cerca del extremo empático, cosa que estudios de la Universidad de Cambridge han demostrado en un 85%.



¿Pero esto es simplemente producto del condicionamiento social? Baron-Cohen cree que no, que la exposición a diferentes niveles de hormonas en el vientre puede influenciar el cerebro y el comportamiento posterior.
Algunos de los hallazgos más interesantes provienen de una investigación en curso que examina a un gran grupo de niños que han sido observados desde antes de su nacimiento.
A las alrededor de 16 semanas de gestación, las madres de esos niños se sometieron a una prueba de amiocentesis, que implica la obtención de muestras de fluido del útero.
Los investigadores midieron los niveles de testosterona en el fluido y descubrieron fascinantes vínculos entre esos índices y el comportamiento.
"Cuanto más alta fue la testosterona prenatal de los niños", refiere Baron-Cohen, "más lentos fueron para desarrollarse socialmente. Por ejemplo, mostraron menos contacto visual para su primer cumpleaños".
También tuvieron un vocabulario más reducido antes de los 2 años y mostraron menos empatía al alcanzar la edad escolar.
Por otra parte, Baron-Cohen observó que estar expuesto a altos niveles de testosterona en el útero parece aumentar algunas habilidades espaciales.
"Los niños con niveles más altos de testosterona prenatal fueron más rápidos para identificar formas específicas escondidas en un diseño".



Otras evidencias de las diferencias entre los cerebros femenino y masculino surgen de un estudio publicado en la revista especializada Proceedings de la Academia Nacional de Ciencia de EE.UU., que investigó cómo se comunican entre sí las diferentes partes del cerebro humano.
Científicos de la Universidad de Pensilvania escanearon los cerebros de 949 hombres y mujeres, con edades de entre 8 a 22 años, y encontraron algunas diferencias sorprendentes.
Según Ruben Gurr, uno de los autores del estudio, los hombres mostraron conexiones más fuertes entre la parte delantera y la parte trasera del cerebro, lo que sugiere que son "más capaces de conectar lo que ven con lo que hacen, que es lo que necesitas hacer si eres un cazador. Ves algo, y debes responder de forma correcta".
Las mujeres, por otro lado, tenían más conexiones entre el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro.
De acuerdo con Ragini Verman, otro de los investigadores de este trabajo, "el hecho de que puedas conectar diferentes regiones del cerebro significa que debes ser bueno para hacer varias tareas simultáneas y puede que seas mejor para las que implican emociones".
Pero como Alice Roberts señala, este estudio en particular ha generado críticas, e incluso si es verdad que nuestros cerebros están conectados de forma diferente, eso no prueba que sea algo innato.



El cerebro humano es extremadamente maleable, particularmente durante la adolescencia, y cualquier diferencia que se observe puede simplemente ser producto de la presión social y la tendencia a estereotipar, afirma Roberts.
Mosley agrega al respecto: “Revisamos muchos estudios fascinantes que pueden usarse para apoyar la opinión de Roberts o la mía, pero lo que nos sorprendió a ambos es el poco progreso que se ha logrado en la investigación sobre las diferencias de sexo en áreas como el dolor.
Sabemos que las mujeres experimentan más dolores crónicos que los hombres, pero es menos probable que se sometan a tratamiento.
También sabemos que los hombres responden mejor a algunos analgésicos (paracetamol), mientras que las mujeres responden mejor a algunos opiáceos.”
Según el experto Jeff Mogil, de la Universidad McGill, en Canadá, esto se debe a que hombres y mujeres procesan el dolor de forma diferente.



Hasta ahora gran parte de la investigación básica se ha hecho con animales machos, pero Mogil dice que en el futuro se crearán nuevos fármacos diseñadas específicamente para hombres o mujeres.
Así que quizás veremos píldoras de analgésicos rosas para chicas y azules para chicos.
Finalmente, algo que es inobjetable es como el pensamiento de los “machos” y las “hembras” ha cambiado con el advenimiento del “nuevo siglo” y tiende, lentamente pero con firmeza, a alejarse de los tan peligrosos “ismos”…
Al hablar de “ismos”, nos estamos refiriendo tanto del esclavizante y brutal Machismo, como del no menos histérico y negativo Feminismo.
Para ejemplificar nuestro punto de vista, alcanza con citar a dos mujeres, consideradas “fuertes” y/o “feministas”, que reniegan de este “ismo” pero también arremeten contra el despreciable machismo: Emma Watson y Shailene Woodley.



Watson, en parte de su discurso ante las ONU, bajo el marco de la campaña por la igualdad de géneros “HeforShe”, nos refirió: 
Hoy estamos lanzando una campaña llamada HeForShe (ÉlPorElla). Me dirijo a ustedes porque necesitamos de su ayuda. Queremos terminar con la inequidad de género y, para hacerlo, necesitamos que todos se involucren. Esta es la primera campaña en su tipo en las Naciones Unidas. Queremos tratar de movilizar a cuantos hombres y niños podamos para que sean agentes de cambio, y no sólo hablar de ello. Queremos tratar de asegurarnos de que sea algo tangible.



Fui designada como Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres hace seis meses, y mientras más hablé sobre feminismo, más me di cuenta de que luchar por los derechos de las mujeres muy a menudo es sinónimo de odio hacia los hombres. Si hay algo de lo que estoy segura, es de que esto debe terminar.”


Por su parte Woodley, la protagonista de la exitosa película “Bajo la misma estrella” declaró recientemente, para indignación de unas cuantas “¿Soy feminista? No, porque amo a los hombres. El mundo necesita balance entre los géneros; las cosas no funcionarían si los hombres cayeran y las mujeres tomaran el poder”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Las niñas que nunca envejecen

Un grupo de niñas parece desafiar una de las mayores certezas de la vida: el envejecimiento. Esta es la historia de las familias que luchan contra una enfermedad que no tiene explicación y el científico que cree que estas niñas podrían tener la clave de la inmortalidad.
En la década de los 60, cuando Richard Walker era un hippie de 26 años se propuso "curar" la vejez para cuando cumpliera los 40. Se hizo científico para entender por qué era mortal.


"Ciertamente no se debe al pecado original y el castigo de Dios, como me enseñaron las monjas en el catecismo", dice. "Es el resultado de un proceso biológico y, por lo tanto, es controlado por un mecanismo que podemos entender".
Aunque hay varios centenares de teorías sobre el envejecimiento, que lo relacionan con una amplia variedad de procesos biológicos, todavía nadie entiende cómo integrar toda esta información dispersa.
Walker, actualmente de 74 años, cree que la clave para acabar con el envejecimiento podría estar en una extraña enfermedad que ni siquiera tiene un nombre real: el "síndrome X".
Ha identificado a cuatro niñas con dicha enfermedad, que se caracteriza por lo que parece ser un estado permanente de infancia, una atrofia drástica del desarrollo.
Sospecha que la enfermedad se debe a un defecto en alguna parte del ADN de las niñas. Su búsqueda de la inmortalidad depende de encontrarlo.
Cuando Walker comenzó su carrera, se centró en el sistema reproductivo femenino como modelo de "envejecimiento puro": los ovarios de la mujer, incluso en ausencia de cualquier enfermedad, lenta pero inevitablemente caen en las garras de la menopausia.



Pero cumplió 40, 50 y 60 años sin haber alcanzado su meta.
Así que volvió a empezar de cero. Como lo describe en su libro, "Why We Age" (Por qué envejecemos), Walker revisó qué se sabe y qué no sobre el envejecimiento.
El envejecimiento se define generalmente como la acumulación lenta de daños en nuestras células, órganos y tejidos, lo que provoca en última instancia las transformaciones físicas que todos reconocemos en las personas de edad avanzada.
Nuestras células son vulnerables. Las jóvenes sobreviven únicamente porque tienen una serie de mecanismos confiables a disposición. Unas enzimas especializadas corrigen los errores en la división celular. Tenemos correctores de proteínas, que son vulnerables al calor, y antioxidantes y vitaminas que protegen a nuestros tejidos.
Lo que nos lleva al eterno enigma de los biólogos: si nuestro cuerpo está tan bien afinado, ¿por qué todo se daña con el tiempo?
Una de las teorías es que todo se reduce a las presiones de la evolución. Los seres humanos se reproducen en una etapa temprana de la vida, así que todos los mecanismos de reparación dejan de ser importantes una vez pasada la edad de reproducción.
La mayoría de los científicos afirman que el envejecimiento es provocado por la descomposición de muchos sistemas al mismo tiempo.
Ante el daño, nuestras células tratan de ajustarse. Pero con el tiempo, dejan de dividirse y de comunicarse entre sí, lo que provoca el declive que observamos externamente.
Al revisar las teorías, Walker se preguntó si todos estos científicos estaban partiendo de una premisa incorrecta.
¿Qué pasa si todos estos diversos tipos de daños celulares eran las consecuencias del envejecimiento, pero no la causa del mismo?
La idea quedó en suspenso en su mente hasta la noche del 23 de octubre de 2005.
Walker estaba trabajando en la oficina de su casa cuando su esposa lo llamó para que viera lo que estaban presentando en televisión: el caso de una joven que parecía estar "congelada en el tiempo".
Walker no podía creer lo que estaba viendo. Brooke Greenberg tenía 12 años, pero sólo pesaba 6 kilos y medía 69 centímetros. Los médicos no habían visto nada parecido a su enfermedad y sospechaban que la causa era una mutación genética aleatoria.



"Ella, literalmente, es la fuente de la juventud", decía Howard Greenberg, su padre.
Brooke había nacido prematura, con muchos defectos congénitos. Su pediatra la etiquetó con el síndrome X, por no saber cómo más llamarlo.
Walker quedó intrigado de inmediato. La niña tenía una enfermedad genética que detuvo su desarrollo y, con eso, sospechaba Walker, el proceso de envejecimiento. Ella podía ayudarlo a probar su teoría.
Walker localizó la dirección de Howard Greenberg y, tras muchas conversaciones, le permitieron realizarle pruebas a Brooke.
En 2009, su equipo publicó un breve informe que describía su caso.
El análisis de Walker descubrió que los órganos y tejidos de Brooke se desarrollaban a un ritmo diferente.
Su edad mental, según las pruebas estandarizadas, era de entre uno y ocho meses. Sus dientes aparentaban una edad de ocho años y sus huesos, de 10. Había perdido toda su grasa de bebé y su cabello y sus uñas crecían con normalidad, pero no había llegado a la pubertad.
Pero sus telómeros eran considerablemente más cortos que los de las adolescentes sanas, lo que indicaba que sus células estaban envejeciendo a un ritmo acelerado.
Todo esto era evidencia de que Brooke "no está 'congelada en el tiempo'", escribió Walker. "Su desarrollo continúa, aunque de manera desorganizada".
La gran pregunta seguía siendo por qué.



Walker sospechaba que ella portaba un defecto en un gen (o un conjunto de genes, o algún tipo de programa genético complejo) que dirige el desarrollo saludable.
Este programa genético, según razonó Walker, tiene dos funciones principales: iniciar y conducir cambios drásticos en todo el organismo y también coordinar estos cambios en una unidad cohesiva.
El envejecimiento, pensó, se produce debido a que este programa de desarrollo, este cambio constante, nunca se desactiva.
Desde el nacimiento hasta la pubertad, el cambio es fundamental: lo necesitamos para crecer y madurar. Sin embargo, después de haber madurado, nuestro cuerpo adulto no necesita más cambio, sino más bien mantenimiento.
"Si uno construye la casa perfecta, llegará el momento en el que dejará de añadir ladrillos", explica Walker. "Cuando uno desarrolla el cuerpo perfecto, debería dejar de modificarlo. Pero así no funciona la evolución".
No tenemos un "interruptor de parada" para el desarrollo, dice Walker, así que seguimos añadiéndole ladrillos a la casa. A la larga, los cimientos no pueden sostener las adiciones y la casa colapsa. Esto, señala Walker, es el envejecimiento.
Brooke era especial porque parecía haber nacido con un interruptor de parada. Pero la búsqueda del causante genético resultó difícil.
Walker tendría que secuenciar el genoma completo de Brooke, letra por letra. Eso nunca sucedió. Para gran decepción de Walker, Howard Greenberg interrumpió abruptamente la relación.
Los Greenberg no han explicado públicamente por qué pusieron fin a su colaboración con Walker y se negaron a hacer comentarios para la prensa o las revistas científicas.
En agosto de 2009, Mary Margret Williams vio una foto de Brooke en la portada de la revista People, justo debajo del titular "Misterio desgarrador: la bebé de 16 años de edad".
Pensó que Brooke se parecía mucho a su hija Gabrielle, así que se puso en contacto con Walker.



Gabrielle es la más pequeña de sus seis hijos a pesar de ser la segunda de mayor edad, con nueve años. Tiene piernas largas y delgadas y una cola de caballo larga y delgada. Según el almanaque, es casi una adolescente. Pero tiene la piel suave, los dedos apretados y la conciencia confusa de un recién nacido.
Los Williams supieron que su bebé recién nacida había perdido en la lotería genética muy poco después de que viniera al mundo.
Con el paso del tiempo, Gabby siguió comportándose como un recién nacido. Pero lo más desconcertante y problemático era que no crecía.
John y MaryMargret la llevaron de un especialista a otro, pero todos decían lo mismo: no podían hacer nada.
Eventualmente, los Williams dejaron de acudir a los médicos.
"En algún momento decidimos", recuerda John, "que era hora de tener paz".
Después de revisar los detalles de Gabby, Walker la incluyó en su teoría. Dijo que las pruebas de los genes de Gabby podrían ayudarle en su misión de acabar con la enfermedad relacionada con la edad e incluso tal vez con el propio envejecimiento.
Pero eso no le cayó bien a los Williams. John, que trabaja en el Departamento de Correccionales de Montana, interactúa frecuentemente con personas que enfrentan la realidad de nuestro tiempo finito en la Tierra.
"Si la persona va a pasar el resto de su vida en la cárcel, eso la hace reflexionar sobre la mortalidad", dice. "Lo importante no es cuánto tiempo vivimos, sino lo que hacemos con la vida que recibimos".
MaryMargret piensa lo mismo. Ha trabajado durante varios años en un consultorio de dermatología de su ciudad y conoce muy bien las presiones culturales para mantenerse joven.
Desea que más personas acepten el carácter inevitable del envejecimiento. "Salen arrugas, uno envejece, eso es parte del proceso", dice.
Pero la investigación de Walker también tenía su lado positivo. En primer lugar, podría revelar si los otros hijos de los Williams estaban en riesgo de sufrir la enfermedad de Gabby.



Además, John y Mary Margret creen firmemente que Dios les dio a Gabby por alguna razón. La investigación de Walker les ofreció una reconfortante: contribuir al tratamiento del Alzheimer y otras enfermedades relacionadas con la edad.
Aún sin estar completamente seguros, los Williams siguieron adelante con la investigación.
Walker formó un equipo con genetistas de la Universidad de Duke e investigó los genomas de Gabby, John y MaryMargret.
Gracias a la prueba, los investigadores establecieron que Gabby no heredó de sus padres ninguna mutación del exoma -el 2% del genoma que codifica las proteínas- así que no es probable que sus hermanos le transmitan la enfermedad a sus propios hijos.
"Fue un alivio, un enorme alivio", dice MaryMargret.
Aún así, el estudio del exoma no produjo ninguna pista sobre lo que escondía la enfermedad de Gabby: se necesita comparar al menos dos personas con el mismo problema.
Por suerte para Walker, su presencia constante en los medios de comunicación lo llevó a otras dos niñas que parecen tener el mismo síndrome.


El hecho de que todos estos posibles casos de síndrome X sean niñas es intrigante. Podría significar que la mutación fundamental está en su cromosoma X. O podría ser una coincidencia.
Walker trabaja actualmente con un equipo comercial en California para comparar todas las secuencias del genoma de las tres niñas.
Con respecto a su teoría, Walker dice: "es todo o nada, vamos a estudiar cada fragmento de ADN de estas niñas. Si encontramos una mutación que sea común a todos ellas, eso sería muy emocionante".
Muchos investigadores coinciden en que la búsqueda de los genes responsables del síndrome X es un esfuerzo científico que vale la pena, ya que, sin duda, serán relevantes para nuestra comprensión del desarrollo.
Sin embargo, están menos convencidos de que la condición de las niñas "vaya a ser relevante para el envejecimiento", como le dice a la BBC David Gems, genetista de University College London.
Además señala que es probable que estas niñas no lleguen siquiera a la edad adulta y mucho menos a una edad avanzada.
Ni siquiera está claro que estas niñas tengan la misma condición.
Incluso si la tienen, e incluso si Walker y sus colaboradores descubren la causa genética, faltaría un difícil camino que recorrer. Los investigadores tendrían que silenciar el mismo gen o genes en ratones de laboratorio, cuya esperanza de vida es de dos o tres años.



"Si vive hasta los 10 años, sabremos que estamos en el camino correcto", dice Walker.
Luego tendrían que lograr lo mismo en personas y después empezar ensayos clínicos prolongados y costosos para asegurarse de que el tratamiento sea seguro y eficaz.
La ciencia es con frecuencia demasiado lenta y la vida demasiado rápida.
El 24 de octubre de 2013, falleció Brooke. Tenía 20 años.
A Mary Margret la noticia la afectó profundamente. "Aunque no hayamos conocido a la familia, ellos han sido una parte de nuestro mundo", dice.
Las cosas marchan bien con Gabby.
John cumplió 50 en enero de 2014 (el año en que publicamos esta entrada de blog) y Mary Margret cumplió 41. Si existiera una píldora para evitar el envejecimiento, dicen que no tendrían ningún interés en ella: quieren seguir envejeciendo, para experimentar las nuevas alegrías y penas de esa etapa de la vida.
Por supuesto, Richard Walker tiene una visión fundamentalmente distinta sobre el envejecimiento. y la muerte.
"La vida es la más hermosa y mágica de todas las cosas".
Si su hipótesis es correcta, ¿quién sabe? Algún día podría ayudar a prevenir las enfermedades y prolongar moderadamente la vida de millones de personas.



Sin embargo, Walker está muy consciente de que llegaría demasiado tarde para él. Como escribe en su libro: "Me siento un poco como Moisés, quien, después de vagar por el desierto durante casi toda su vida, pudo contemplar la Tierra Prometida, pero no se le permitió la entrada a ella".